miércoles, 27 de marzo de 2024

Persiguiendo fantasmas

 Cuando jugada a la saga de juegos de carreras de Burnout en la PlayStation 2 de mi amigo José Antonio, si fallabas en una de las carreras contra el tiempo, en tu siguiente intento aparecía el “fantasma” de tu intento anterior. Una especie de guía de hasta donde habías llegado antes y lo que debías hacer para superarte a ti mismo. El objetivo era evidente: alcanzar tu mejor intento pasado y superarlo.


Ayer me volví a poner unos esquís por primera vez en una década. Para celebrar su 50 aniversario, mis padres han reunido a la familia y nos han devuelto a la estación de Cerler, en la que tantas veces nos reunimos para compartir un hobbie hasta pasada la treintena. Hay mucho que hacer: volver a tomar las costumbres y ritmos de la vida en este hotel, asegurarme de que Inés lo pasa en grande para que quiera repetir, disfrutar de los desayunos largos, entretener las tardes, soplar globos para dar una sorpresa a los abuelos. Quererlos a todos.


Pero encarado a una pequeña pendiente, todo eso queda atrás, en un segundo plano. Incluso cuando bajó con Sandra y con Javi, el esquí es un deporte solitario en el que solo tú trazas el curso e impones el ritmo. Mientras me deslizó por la nieve, me encuentro torpe, débil. Debo corregir conscientemente la posición de mi peso, o hacer fuerza con las piernas en algo que debería fluir como un baile.


Mi objetivo esquiando siempre ha sido un poco diferente. No tengo un especial interés en la velocidad, por divertida que sea. Tampoco me interesa especialmente la conquista de las pistas más difíciles, por colgarme la medalla. Moriré perfectamente en paz sin hacer bajado una pista negra en mi vida.


Lo que siempre quise hacer es lo que Bruce Lee denominaba en una entrevista “moverse con honestidad.” Trazar la ruta que deseo seguir en mi mente y hacer los movimientos preciosos para seguirla pase lo que pase a mí alrededor. Tener el control sobre mis acciones.


Y sin embargo, mientras bajo, a veces redescubro una sensación familiar: un giro suave y elegante, un ritmo de bajada rápido en el que tengo el control de mi impulso, sentir el peso en la posición correcta mientras lo llevo de una pierna a otra. Vestigios de quien era.


Voy bajando la pendiente para principiantes una y otra vez, escuchando música con algo de ritmo para plasmarlo en mis giros sobre la nieve. Voy persiguiendo el fantasma del esquiador que fui, intentando alcanzarlo. Nunca lo conseguiré. Para empezar, es 10 años más joven. Pero mientras lo hago, voy recuperando las sensaciones que hicieron que me enamorase de este deporte. Voy recordando quién soy.